Carlos Pascual: Aliento

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Carlos Pascual: fotografía del reportaje dedicado a Nicolás Martín García y Milagros Matesanz Yubero. Aguilafuente, Segovia, 31 de octubre de 2015

Tuve la dicha de conocer el trabajo de Carlos Pascual (Madrid, 1975) en una jornada de visionado de porfolios hace exactamente un año. Poco después nos enfrascamos juntos en un proyecto que en la actualidad ha tomado forma como un fotolibro maquetado bajo el título Aliento.

A través de sus casi doscientas páginas, Carlos Pascual procede en Aliento al retrato fotográfico de una veintena de ancianos, junto a sus testimonios, que ha recogido y editado. Brindo a continuación el ensayo introductorio de la publicación en cuya gestación me he sentido tan profundamente honrado y dichoso de haber sido invitado a colaborar.

Memento mori y aliento

El proyecto Aliento está constituido por una sucesión de diecisiete reportajes fotográficos de ancianos que vivieron la Posguerra. Fue abierto en febrero de 2010 y ha sido cerrado definitivamente en noviembre de 2015. Las fotografías documentan a sus protagonistas en el entorno de su residencia habitual, en la mayoría de los casos, sus domicilios, en otros, los menos, en residencias de ancianos.

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Carlos Pascual: fotografía del reportaje dedicado a Céntola Casado Martínez. Parla, Madrid, 2 de febrero de 2010

Carlos Pascual (Madrid, 1975) comenzó a registrar con una grabadora de audio a su abuela materna, Céntola Casado Martínez, en 1998 y lo estuvo haciendo hasta 2012, el año de su muerte. Apenas dos años antes de su deceso, Pascual la fotografió. “Por ella –escribe– empecé este proyecto, por la curiosidad de saber la historia de mi familia”. No obstante, en la pesquisa, centrada en un principio en uno de los miembros de su círculo familiar, Pascual descubre la necesidad de ampliar su estudio a las voces y los rostros de otros de nuestros mayores, todos ellos memoria viva de nuestra Posguerra. En unos tiempos como los presentes, de tamaña tribulación para muchos –aunque, como apunta Pascual, compararlos sería infamante–, concibe en estos testimonios un potencial aleccionador.

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Carlos Pascual: fotografía del reportaje dedicado a Miguel Montero Minaya. Casarrubuelos, Madrid, 6 de septiembre 2011

El presente proyecto de Carlos Pascual entronca con una tradición documental de carácter humanista cuyo canon podría hallarse en la obra de Walker Evans, un fotógrafo estadounidense extraordinariamente influyente y, en particular, por su reportaje fotográfico, que le ocupó durante los meses de julio y agosto de 1936, y en el que abordó la documentación de las condiciones de vida de tres familias de granjeros arrendatarios de Akron, Alabama –los Burroughs, los Fields y los Tingle[1]– durante los años de recesión económica que siguieron a la crisis bursátil de 1929. El conjunto fotográfico, que originalmente iba a ser publicado en un número de la revista Fortune, apareció en 1941, cohabitando con una obra literaria de James Agee, Let Us Now Praise Famous Men (Boston, Houghton Milfflin, 1941)[2]. En sus tomas, Evans se apartaba, sensiblemente, de cualquier atisbo de complacencia o sensacionalismo para elaborar un retrato fotográfico definido por la geografía y la ocupación de sus modelos.

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Carlos Pascual: fotografía del reportaje dedicado a Gonzalo Vara Vara. Casarrubuelos, Madrid, 31 de agosto 2015

El muy ambicioso proyecto de Evans fue subvencionado tanto por una publicación periódica privada (en lo referente al artículo que habría de realizar para Fortune en julio y agosto de 1936, y que no llegó a ser publicado como tal), como por la Farm Security Administration (para la que trabajaría hasta 1938), una iniciativa federal para investigar el alcance de la depresión económica en las zonas rurales norteamericanas. Por el contrario, el proyecto de Pascual consiste en una iniciativa personal que no obedece a encargo alguno, sino a una necesidad de interrogarse por la microhistoria de algunos de los últimos supervivientes de la generación que asistió en su infancia a la Guerra Civil. Una guerra cuyo inicio es rigurosamente coetáneo del momento (julio y agosto de 1936) en el que Evans tomara sus fotografías del Sur.

Las personas que apuntalan el trabajo de Pascual no proceden de una única geografía, ni han sido seleccionadas porque se dedicaran a un oficio concreto. Entre sus veinte protagonistas, pues tres de sus reportajes se ocupan de sendos matrimonios, hallamos a siete y cinco personas de diversas poblaciones madrileñas y turolenses, respectivamente, así como una ciudadrealeña, un jienense, una leonesa, dos segovianos, un soriano, una zamorana, y aun un hombre nacido en México. Las dedicaciones de estos hombres y mujeres entrevistados y fotografiados comprenden desde la agricultura a la carpintería y el comercio. Las mujeres han sido, todas ellas, amas de casa. El único nexo es la edad de los sujetos de su pesquisa, con personas nacidas entre 1915 y 1935.

La mayoría de ellos se casaron, no lo hizo un único entrevistado. De cinco matrimonios aún viven ambos miembros, si bien las condiciones físicas y mentales de cada uno de ellos difieren en ocasiones notablemente. El resto de los entrevistados ha visto morir a su cónyuge. Por ello, interesa la historia que queda transcrita. La fotografía monumentaliza la fragilidad, pero también la resistencia de sus modelos. Y es acompañada por primeros planos de sus lugares de residencia o donde aún desarrollan un trabajo que les ha venido ocupando unas siete décadas.

El objetivo del retrato

Carlos Pascual es un fotógrafo profesional. Su especialidad es el retrato, que realiza por encargo. Aliento resulta un proyecto enteramente diferente. Aquí el papel se invierte. Pascual ya no es requerido por comitentes, sino que él mismo se convierte en un intermediario entre la intrahistoria y el espectador.

Con anterioridad a esta larga serie, Pascual tan sólo ha acometido otra serie personal, fruto de su ascenso al Himalaya, en 2013, desde Lukla a Gorashep, a 2860 y 5140 metros de altitud, respectivamente[3]. En su proyecto, que únicamente pudo contemplarse en un evento benéfico[4], más allá de la sublime naturaleza del paisaje, y diversas vistas panorámicas de las pequeñas comunidades sociales del lugar, Pascual orientó su cámara al registro de las condiciones de vida de los porteadores, a los que retrata durante su trabajo y de quienes captura sus rostros exangües en los instantes en que detienen la marcha. Como en aquella ocasión, para su extensa serie sobre los ancianos, Pascual recurre a la fotografía digital. No obstante, si las fotografías del Himalaya fueron concebidas en color, en este dilatado proyecto, Pascual procede a un tratamiento dirigido, fundamentalmente, a conferir al acabado un aspecto de blanco y negro, un recurso que explicita la dimensión temporal del proyecto, cifrada en la avanzada edad de sus protagonistas, aunque las imágenes han sido tomadas y trabajadas digitalmente con la tecnología del presente.

Las personas a las que se aproxima no presentan notoriedad pública alguna. Entra en contacto con ellas por parentesco directo o indirecto, o bien por ser familiares de algunos de sus amigos. La procedencia de sus protagonistas es diversa, y lo son sus oficios, pero todos transmiten la dureza de las condiciones de su vida cotidiana, aunque muy notablemente, salvo en uno de los casos, desconocen la acritud en su mirada al pasado. Las personas que fueron niños o adolescentes en la posguerra comienzan a irse dejando un espacio de vivencias irrecuperable. Estamos aún, parece erigirse en la proclama principal de Pascual, a tiempo de escucharles.

Pascual se conduce en sus entrevistas con una notable empatía. La presencia de la cámara y de la grabadora resulta intimidante, por lo que sus movimientos están cuidados con mimo. No encadena de forma mecánica una retahíla de preguntas preparadas y las respuestas que logra. Con astucia, mantiene silencios, cuya incomodidad tiene a llenar el entrevistado profundizando en asertos anteriores. Las preguntas son directas y se dirigen a aspectos esenciales: los hitos biográficos, consideraciones sobre la vida y la muerte, pero no son lanzadas si previamente no siente la complicidad de sus eventuales compañeros. Notablemente, tanto las respuestas como su tono carecen de acritud alguna en la mayoría de los casos, destacando por su excepcionalidad la dureza de las declaraciones de Pilar Salvador Cirilo.

Como se afirmaba anteriormente, Carlos Pascual hizo una sesión fotográfica de su abuela, Céntola Casado Martínez, dos años antes de que falleciera. El reportaje, en el que resultaban muy visibles los estragos de la vejez, tuvo lugar el 2 de febrero de 2010, en el municipio madrileño de Parla. Pascual había tomado testimonios de audio de su abuela desde hacía una década. La voz, el testimonio, la palabra y al imagen se convertían en los elementos de un díptico de la memoria que ha vertebrado un proyecto fotográfico que excede, de este modo, lo meramente visual. Pero en aquel caso imágenes y registros de audios presentan una naturaleza diferida. Fotografías e informaciones no son sincrónicas, sino diacrónicas. Si las imágenes fueron tomadas en Parla aquel 2 de febrero de 2010, los testimonios de la abuela fueron grabados con anterioridad, algunas, de varios años.

Salvo en este caso, para los restantes, Pascual procede a un registro simultáneo icónico y verbal. La práctica comenzó aquel mismo 2 de febrero en la localidad madrileña de Torrejón de la Calzada, con un reportaje dedicado a Alfonso José Herrero San Emeterio. Desde entonces, ha realizado reportajes en Batres, Casarrubuelos (localidad en la que se encuentra el domicilio del fotógrafo), Cubas de la Sagra, Leganés o Torrejón de la Calzada, municipios madrileños, todos ellos, así como en la ciudad de Madrid, Aguilafuente (Segovia), Esteras de Medinaceli (Soria), Griegos (Teruel), o Villavicencio de los Caballeros (Valladolid).

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Carlos Pascual: fotografía del reportaje dedicado a Nicolás Martín García y Milagros Matesanz Yubero. Aguilafuente, Segovia, 31 de octubre de 2015

Sensiblemente, el proyecto presenta una celebración de la vida de sus protagonistas, pero no cae en el riesgo de lo edulcorado. Si los retratos de Pilar Salvador Cirilo nos presentan a una mujer dura, sin atisbo alguno de almíbar, la sesión fotográfica de su propia abuela nos enfrenta frontalmente a la proximidad de la muerte, como es evidente en los escorzos y otras composiciones de la anatomía de una mujer tumbada en la cama que remiten a la tradición del cuerpo muerto, y canónicamente, del Cristo yacente.

En esta sociedad del hiperconsumo, obsesionada por el enmascaramiento de los efectos del paso del tiempo a través de dietas, de cosméticos, de madurez aniñada, aunque paradójicamente de niñez sobresexuada, mirar frontalmente y escuchar a los ancianos nos enfrenta a la conciencia de la decadencia. De la decadencia y de la inexorabilidad de la muerte, cuyo horizonte parece borrado por el estado nuestro de las cosas. Esta ansiedad, la del recuerdo de que la muerte está precedida por la corrupción, es la que edifica la incomodidad de la proximidad de los ancianos. Frente a la dolosa invisibilidad de la progresiva decrepitud que tiene lugar en nuestras sociedades, Pascual aborda frontalmente retratos carentes de escenificación o de artificio. Estas personas abren sus hogares o sus dormitorios en residencia de ancianos a la cámara y a una grabadora. El trabajo que ofrece Pascual es una síntesis. Lo es, inevitablemente, de las entrevistas, que se dilatan a lo largo de horas, de las que ha extractado una breve parte ilustrativa. Del mismo modo, las imágenes, constituyen una selección de un reportaje que a menudo supera el centenar de fotografías. El diferente estado de sus protagonistas resulta parejo a los ambientes en que son retratados. Y diversas actividades son capturadas gracias a los cambios de escenario. No obstante, Pascual no ha sentido la necesidad de reparar en detalles del lugar, salvo en contadas excepciones. Esta práctica de mostrar elocuentemente objetos como una suerte de retrato in abstentia del modelo ha sido desarrollada con mayor conciencia en la sesión dedicada a Miguel Montero Minaya, y, con diferente intensidad, en los subsiguientes reportajes.

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Carlos Pascual: fotografía del reportaje dedicado a Máximo Pozo Andrés. Esteras de Medinaceli, Soria, 16 de agosto de 2013

Numerosos protagonistas interactúan ante el objetivo con sus álbumes fotográficos o en frisos de fotografías que decoran diversos rincones de las estancias que sirven de escenario para estos reportajes. A menudo los entrevistados abundan en señalar las fotografías de su juventud, o del día de su boda, en instantes felices, cuando sus pieles no estaban surcadas de arrugas y habían sufrido menos pérdidas personales. El inevitable juego de diferencias que se abre al espectador, y en abismo ante el protagonista de ambas imágenes, explicita mediante estas fotografías de fotografías, que el proyecto de Carlos Pascual constituye un frontal y sensible memento mori, un recordatorio de que todos habremos de morir.

Finalmente, no dudamos del interés que ofrecería el desarrollo por parte de Pascual de series temáticas objetuales en el futuro, que desde aquí alentamos, habida cuenta la sensibilidad de sus encuadres para enunciar registros documentales aparentemente neutros, pero embargados de nostalgia. Y de extrañeza, pues el desconocimiento de los usos rurales por los jóvenes ciudadanos del presente hace que sus registros estén alentados por el misterio que es, en definitiva, seguir viviendo en este mundo que estamos urgidos a reparar.

Post scriptum (I)

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Carlos Pascual: fotografía del reportaje dedicado a Luzdivina García García. Villavicencio de los Caballeros, Valladolid, 1 de septiembre de 2015

Carlos Pascual tuvo la amabilidad de contar entre las personas de su reportaje con mi abuela materna, Luzdivina García García. Asistir como testigo a la sesión me permitió familiarizarme más profundamente con el modo de trabajo del fotógrafo y, en este sentido, lo consideramos adecuado para el proyecto. Durante la sesión nos acompañó algún tiempo mi abuelo, Julio Vidal González, quien debido al estado al que le había postrado la enfermedad de alzhéimer que aquejaba, ya no podía compartir el dormitorio con su esposa, recibiendo atenciones especiales. Cada día, no obstante, Luzdivina y Julio compartían unas horas juntos, y uno de esos episodios fue capturado por el fotógrafo –y de ello se muestra un testimonio gráfico–, aunque Julio no pudo intervenir con sus testimonios, al modo en que otros matrimonios, tres, sí lo han logrado hacer en el libro. La sesión tuvo lugar el 1 de septiembre de 2015 en la residencia de ancianos a la que ingresaron apenas hace unos pocos años. Cuando ultimábamos la confección definitiva del proyecto, mi abuelo falleció. Este breve ensayo, que había concluido con el cierre de la serie, ha cobrado ya para quien escribe, una dolorosa confirmación, por lo que estoy doblemente a agradecido a Carlos Pascual por involucrarme en este emocionante proyecto. Deseo dedicar mi contribución a Aliento, a mi abuelo Julio y a mis abuelos paternos Jesús y Ramona, in memoriam, y a todos aquellos que pueden atesorar el haber sido bendecidos con el amor de sus abuelos.

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Carlos Pascual: fotografía del reportaje dedicado a Luzdivina García García. Villavicencio de los Caballeros, Valladolid, 1 de septiembre de 2015. Luzdivina asiste a su marido, mi abuelo

Post scriptum (y II)

Luzdivina falleció el 9 de abril de 2020 (Jueves Santo), víctima de la pandemia de la Covid-19. Trágicamente, lo hizo a solas, en la habitación de un hospital de Valladolid, de acuerdo con el preceptivo aislamiento de estos enfermos.

Notas

[1] Aunque en sus aproximaciones literarias, Agee empleó nombres y apellidos falsos para proteger la intimidad de sus protagonistas. Los miembros de las familias Burroughs, Fields y Tengle, recibirán los apellidos, respectivamente, de Gudger. Ricketts y Woods.

[2] El título procede del primer versículo del capítulo cuadragésimo cuarto del Libro del Eclesiastés, que en la edición de la Editorial Española Desclée de Bouwer (Bilbao, 1986) reza así; “Hagamos ya el elogio de los hombres ilustres, / de nuestros padres según su sucesión”. El autor procede entonces a una relación de acontecimientos protagonizados por figuras históricas de Israel, desde Henoc hasta Simón, ocupándole los capítulos cuadragésimo quinto hasta el quincuagésimo. Existe edición española; AGEE, James y EVANS, Walker: Elogiemos ahora a hombres famosos. Tr. de Pilar Giralt Gorina. Barcelona, Seix Barral, 1993. Sobre la igualdad, que no la tradicional supeditación de las fotografías a un relato escrito, en su prefacio, Agee afirma explícitamente que, “las fotografías no son ilustrativas. Ellas y el texto son iguales entre sí, mutuamente independientes y colaboradores totales” (op. cit., p. 12).

[3] En la mayor parte de sus trabajos, Pascual cuenta con la colaboración de Macarena Valdivieso Carballo.

[4] En junio de 2015 en la sala de exposiciones La Cosa Nostra del madrileño municipio de Parla. Las fotografías, de 40 x 50 cm, impresas sobre papel de 50 x 60 cm, fueron comercializadas para, con la integridad de la recaudación, contribuir a la actividad benéfica a favor de las víctimas terremoto que había Nepal el 25 de abril. La actividad fue organizada por el Club de Montaña de Parla, del que Pascual es miembro desde 2012.

Acerca de juliocesarabadvidal

Julio César Abad Vidal es Premio Extraordinario de Doctorado en Filosofía y Letras por la Universidad Autónoma de Madrid, es Doctor en Filosofía (Área de Estética y Teoría de las Artes), Licenciado en Historia del Arte y Licenciado en Estudios de Asia Oriental, asimismo por la UAM. Desde su primera publicación, en 2000 y, en sus proyectos como docente y comisario, se ha dedicado a la reflexión sobre la cultura contemporánea con tanta pasión como espíritu crítico. Crédito de la imagen: retrato realizado por Daniela Guglielmetti (colectivo Dibujo a Domicilio); más información en https://juliocesarabadvidal.wordpress.com/2015/07/29/dibujo-a-domicilio-un-cautivador-proyecto-colectivo-socio-artistico/

Un Comentario

  1. Carlos Pascual

    Me siento feliz por el trabajo realizado, ha sido un honor poder rendir este homenaje a todos los abuelos que rondan el momento de dejarnos sin que la sociedad quiera verlo y dejando sus vivencias metidas en un cajón que nadie abrirá nunca más, pensando que han dejado de ser productivos, cuando realmente es ahora cuando más nos pueden enseñar…
    Ha sido toda una experiencia trabajar con Julio César del que se aprende con cada conversación mantenida alrededor de unas fotografías y un café.

    Carlos Pascual

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  2. Parabéns Julio pelo texto, que além de descrever um projeto muito interessante, é francamente humanista, quer pelos conteúdos, mas especialmente pela plena consciência da fragilidade da vida humana. Um texto e um projeto muito bonito, num momento em que todos temos tendência a esquecer aquilo que é mais importante na nossa própria vivência: família, herança, história. O meu pesar pela perda do teu avô, mas que estará certamente orgulhoso, onde quer que esteja, da homenagem que lhe fizeste.

    Obrigado! Um abraço Domingos

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